En el mes de febrero de 1244 el infante Don Alfonso se encontraba en Murcia con su hueste tratando de consolidar la ocupación el reino iniciada en abril del año anterior y terminar de someter las plazas que se habían negado a entregarse. La necesidad de contar con la colaboración de las órdenes militares de San Juan de Jerusalén y de Santiago le obligó a desplazarse a la ciudad de Alcaraz donde ambas tenían importantes contenciosos con el arzobispo de Toledo y su concejo, donde se encontraba el 3 de marzo de 1243. Allí recibió la noticia del grave deterioro de las relaciones con su suegro el monarca catalano-aragonés Jaime I, después del intento castellano de hacerse entregar las plazas de Alcira y Játiva, de la conquista aragonesa por el tratado de Cazola y el ahorcamiento por el monarca aragonés del hermano de su amigo el obispo de Cuenca, Gonzalo Ibáñez Palomeque. Don Alfonso salió precipitadamente hacia la frontera y el día 10 de ese mismo mes solicitaba una entrevista con su suegro en Alcira. La ocupación de las plazas de Enguera y Moixent por el castellano Don Pedro Núñez de Guzman contribuyó a agravar la situación, obligando Jaime I a su yerno a desplazarse hasta Almizra. El infante aprovechó el viaje para hacerse entregar las localidades de Almansa, Jumilla, Yecla y Caudete. Los moros de esta última población se negaron alegando que lo habían hecho a Don Jaime, al igual que el comendador de Calatrava al exigirle la entrega de Villena, Sax y Salainas. Después de las vistas de Almizra, Don Alfonso consumó la ocupación del resto de localidades del reino islámico de Murcia como eran Elda, Petrel, Monóvar, Novelda, Nompost (Monforte) y Aspe, regresando a Murcia, donde entregaría la mayor parte de las plazas ocupadas a los caballeros que le acompañaban.